Para empezar, a pesar de haber reservado previamente vía correo electrónico, al llegar, no nos tenían registrados, y por lo tanto nos querían ubicar en el sector de la entrada, siendo que habíamos reservado en el salón principal. Luego de insistir, nos pusieron en una mesa en el salón principal, pero prácticamente pegada a la mesa de otra pareja. Al menos solucionaron el tema, y nos dieron las explicaciones del caso.
La decoración es muy entretenida, y hace al Veritipical un lugar bien "ondero".
Llegamos alrededor de las 21.00, por lo que todavía había poca gente y la atención fue bastante rápida. De hecho la garzona nos recomendó pedir rápido, ya que después todo se demoraba mucho, lo que pudimos comprobar más tarde.
Para tomar al llegar pedí un jugo de manzana pepino menta, bien rico y fresco, aunque un poco cargado a la menta. De entrada pedimos camarones envueltos en filete, y aunque la carne estaba blanda y muy sabrosa, jamás logre sentir que adentro había un camarón. El plato era una idea novedosa, pero muy mal ejecutada.
Me costó pedir el plato de fondo, ya que cada plato que quería, no estaba disponible: No quedaban machas (para las machas a la parmesana); no habían erizos; no quedaba pulpo (para el chupe de pulpo); por lo que terminé pidiendo un lomo vetado con chuchoca cremosa y chimichurri. Además pedí un pisco sour cliantro jengibre, que me tincó mucho. Le pedí a la garzona (un 7 ella), que fuera suave al cilantro, ya que con el jugo se habían pasado con la menta. Me llegó el pisco sour y era prácticamente intomable. De nuevo: una buena idea, pero muy mal ejecutada; era un puré de cilantro saborizado con pisco; por lo que tuve que pedir una limonada, la que llegó media hora después (a esa hora ya estaba lleno el restaurant).
El plato de fondo muy bueno, nada que decir. Lomo vetado perfectamente cocido 3/4, muy blando y sabroso; y el cremoso de chuchoca buenísimo. Lo único que me dió pena, es que el plato era mounstruoso: gigante. Yo soy una persona que come mucho, y dejé la mitad del plato, por lo que claramente no pedí postre.
Mi pareja pidió una merluza con tortilla de porotos verdes y ensalada chilena, y una limonada.
El valor de esta comida, con propina, fue de $42.000, lo que me parece bastante considerando que se cayeron en hartas cosas.
En conclusión, no me arrepiento de haber ido, pero no creo que vuelva a ir.
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